Los últimos momentos de Julio César: Las 23 puñaladas que recibió y la famosa frase que dijo antes de morir

El célebre general y político romano falleció en los idus de marzo del año 44 a.C. a manos de una conspiración de senadores.

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Cayo Julio César, político y militar romano, es una de las figuras históricas más importantes de la antigüedad. Nacido el 13 de julio del año 100 a. C en el seno de la gens Julia –familia que, según la leyenda, descendía de Iulo, hijo del príncipe troyano Eneas-, se transformó en un gran héroe militar en las guerra de la Galias y, tras vencer a Pompeyo en una guerra civil y someter al Senado, alcanzó las más altas magistraturas del Estado romano hasta su cinematográfico asesinato, acontecimiento capital que desencadenaría los hechos que darían forma al nacimiento del poderoso Imperio romano.

El actor Ciarán Hinds personificando a Julio César en la miniserie "Roma".

El actor Ciarán Hinds personificando a Julio César en la miniserie “Roma”.

Tras el fin del primer triunvirato entre Julio César, Cneo Pompeyo Magno y Marco Licinio Craso, la posterior muerte de Craso en una guerra contra los partos y el enfrentamiento con el mismo Pompeyo tras una guerra civil que duró cuatro años, César regresó victorioso a Roma a finales de julio de 46 a. C. después de ganar junto a su leal legión XIII cuatro guerras: en las Galias, en Egipto, en el Ponto y en África.

La victoria total dotó a César de un poder casi omnímodo, lo que obligó al Senado a nombrarlo dictador por tercera vez en el año 46 a. C. por un plazo sin precedentes de diez años. Sin embargo, pese a que César había amnistiado a todos sus enemigos políticos –como Cayo Casio Longino, Décimo Junio y Marco Junio Bruto, quien era hijo de Servilia, la amante favorita del dictador-, éstos estaban decididos a eliminar a César a como diera lugar, pues temían sus ambiciones autocráticas y que eliminara la República para proclamarse rey.

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Los conjurados decidieron entonces atentar contra César en pleno Senado, de modo que su muerte no pareciera una emboscada sino que un acto para la salvación de la República y la patria.

La leyenda cuenta que el día previo a su asesinato, Calpurnia, la mujer de César, después de haber soñado con un presagio terrible, advirtió a su marido que tuviera cuidado porque iban a matarlo, pero César ignoró su advertencia diciendo: “Sólo se debe temer al miedo”.

La misma leyenda cuenta que un vidente ciego también previno a César diciéndole “cuidado con los Idus de Marzo”, fecha que en el calendario romano correspondían a los días 15 del mes de Martius o Marzo. Llegado el fatídico día, César le recordó divertido en las escaleras del Senado al vidente ciego que aún seguía vivo, a lo que éste le respondió que los idus aún no habían acabado.

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El 15 de marzo del año 44 a. C., entonces, la historia de Roma viviría un dramático y sangriento punto de inflexión. Ese día, el grupo de senadores que era parte de la conjura convocó a César al Foro para leerle una serie de peticiones. César acudió al lugar sin su escolta de auxiliares hispanos, a quienes había licenciado como demostración de normalidad política. Una vez dentro del edificio público, los conspiradores se encargaron astutamente de llevarse a Marco Antonio, el lugarteniente de César, a un lugar apartado, pues los asesinos eran conscientes de que Marco Antonio, además de fiel a César, era un militar dotado y corpulento y proclive a arranques de ira.

Antes de que diera comienzo la reunión senatorial, los conspiradores rodearon al dictador fingiendo pedirle distintos favores. Lucio Tilio Cimbro, quien había recibido el gobierno de Bitinia y Ponto del propio Julio César, le reclamó que perdonara a su hermano que se encontraba en el exilio. Mientras el dictador romano trataba de apaciguar al grupo, Cimbro tiró violentamente de la toga de César y mostró su hombro desnudo, pues era la señal acordada para asesinarlo. En ese momento el dictador pronunció la frase “Ista quidem vis est?”(“¿Qué clase de violencia es esta?”).

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Servilio Casca, otro de los senadores, entonces sacó su daga y apuñaló a César, pero sólo alcanzó a arañarle el cuello. César entonces le espetó: “¿Qué haces, Casca, villano?”, pues era sacrilegio en Roma portar armas dentro de las reuniones del Senado. Casca, asustado por la reconvención de César, gritó entonces a los otros senadores implicados: “¡Socorro, hermanos!”.

En ese momento todos los conjurados -los historiadores romanos Eutropio y Suetonio afirman que al menos 60 senadores participaron en el magnicidio- se lanzaron sobre Julio César, incluido Marco Junio Bruto y Casio, propinándole numerosas estocadas y tajos. Sólo dos senadores de los presentes en el lugar trataron de ayudar a César, pero no consiguieron abrirse camino.

Se cuenta que el carismático general y político romano alcanzó a defenderse por unos segundos de los ataques, tras sacar un punzón de escritura y herir a dos de sus agresores, incluido a Bruto en un muslo. Sin embargo, César estaba solo y sus atacantes eran demasiados. El mismo Marco Junio Bruto sería uno de los últimos en acuchillar a César, causándole una herida en la ingle.

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Sobre las últimas palabras pronunciados por Julio César antes de morir, existe una polémica sobre que dijo realmente. El historiador romano Suetonio cuenta que tras ser atacado por Bruto, César le preguntó “Tu quoque, fili mei?” (“¿Tú también, hijo mío?”), frase que William Shakespeare en su obra teatral “Julio César” dejó en latín en la frase “¿Et tu, Brute?” (“¿Tú también, Bruto?”). El historiador de origen griego Plutarco asegura, por su parte, que César no dijo nada, sino que se cubrió la cabeza con la toga tras ver a Bruto entre sus agresores.

Como sea que fuere, Julio César intentó salir del edificio para pedir ayuda, pero, abrumado por sus heridas, tropezó y cayó. Los conspiradores continuaron apuñalándolo, mientras César yacía indefenso en las escaleras bajas del pórtico.

César recibiría finalmente 23 puñaladas, aunque Suetonio afirma que solamente una, la segunda recibida en el tórax, fue la mortal. Julio César, finalmente, se cubrió la cabeza con su túnica púrpura en un último esfuerzo por mantener la dignidad y cayó desplomado exánime junto al pedestal de la estatua de Pompeyo, su otrora máximo rival.

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El cadáver de Julio César quedó tirado en ese lugar por un breve tiempo, siendo recogido posteriormente por tres esclavos que lo trasladaron a su casa en una litera. Marco Antonio posteriormente mostró el cadáver y la túnica ensangrentada al pueblo de Roma, que estaba conmocionado pues idolatraba a César. Poco después los soldados de la decimotercera legión, tan unida a quien fuera su líder y general, trajeron antorchas para incinerar el cuerpo del dictador. Luego, los habitantes de la plebe, con gran tumulto, echaron a esa hoguera todo lo que tenían a mano para avivar más el fuego.

El momento cúlmine del funeral de Julio César ocurriría cuando Marco Antonio leyó a viva voz su testamento, que incluía la donación de unos amplios jardines junto al Tíber al pueblo de Roma y un regalo en dinero a todos los ciudadanos de la ciudad. Después del anuncio se producirían violentos disturbios y ataques contra las viviendas de los conspiradores. Helvio Cinna, un leal seguidor del dictador, fue asesinado ese día por la turba tras ser confundido con uno de los conjurados, Cornelio Cinna.

Cuadro que recrea a Marco Antonio mostrando la túnica ensangrentada y el cadáver de Julio César a la plebe de Roma.

Cuadro que recrea a Marco Antonio mostrando la túnica ensangrentada y el cadáver de Julio César a la plebe de Roma.

Una vez que se hizo público el testamento de Julio César, su sobrino nieto, Octavio, quien por entonces sólo tenía 18 años, asumiría el papel de hijo adoptivo del dictador, cambiando su nombre por el de Cayo Julio César Octavio. Tras unirse a Marco Antonio y a Lépido, otro de los fieles de Julio César, para formar el segundo Triunvirato, finalmente en un plazo de tres años daría caza a todos los asesinos de los idus de marzo.

Posteriormente, tras enfrentarse con Marco Antonio y vencerlo en la batalla naval de Actium, Octavio se haría del poder total, convirtiéndose en César Octavio Augusto, el primer emperador romano, cuyo mandato iniciaría una era de paz relativa conocida como la Pax romana o Pax Augusta.

Estatua de César Augusto, heredero de Julio César y primer emperador romano.

Estatua de César Augusto, heredero de Julio César y primer emperador romano.

A contar de Octavio Augusto, a todos los emperadores romanos se les llamaría césares, palabra que denotaba la majestad y el poder totales. De la palabra “César”, de hecho, deriva el apelativo alemán “Kaiser”, nombre que recibían los emperadores germanos, y el vocablo ruso “Zar”, título que usaban los monarcas rusos.

En octubre del 2012, 2.056 años después del asesinato de Julio César, un equipo hispano-italiano de investigaciones científicas anunció el hallazgo del lugar exacto donde fue apuñalado el célebre militar y político romano, en el centro del fondo de la Curia de Pompeyo, en el Largo di Torre Argentina, una plaza muy transitada del centro de Roma.

La Curia de Pompeyo, el histórico lugar donde fue apuñalado Julio César.

La Curia de Pompeyo, el histórico lugar donde fue apuñalado Julio César.

Según informaron en esa oportunidad los investigadores, Augusto, el hijo adoptivo y sucesor de Julio César, señaló el lugar en el que se cometió el histórico asesinato mediante una estructura de hormigón de tres metros de ancho por más de dos metros de alto. El complejo arqueológico sería descubierto a finales de los años veinte del siglo pasado, durante el gobierno de Benito Mussolini, y desde entonces ha servido de refugio para una gran parte de los gatos callejeros de Roma.

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