Pan: El aterrador dios detrás del origen de la palabra “pánico”
Guía de: Mitos y Enigmas
- Héctor Fuentes
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El dios Pan (“Πάν” en griego), en la mitología helena, era el dios de los pastores y rebaños, siendo especialmente venerado en la región pastoril de Arcadia. Su padre era Hermes, mensajero de los dioses del Olimpo, aunque nadie excepto su propio progenitor sabía en realidad quien había sido su madre. Se decía que había sido una ninfa de los bosques, la reina Penélope (la esposa de Odiseo) o bien una de las hijas del Rey Dríope, y que Hermes se convirtió en cabra para seducirla. De ese modo, Pan nació con un aspecto terrorífico: mitad cabra, mitad hombre, con unos prominentes cuernos de cabra, cola peluda, barbas de chivo y robustas patas de macho cabrío.
Pan también era considerado el dios de la fertilidad y de la sexualidad masculina. Presa de una permanente pulsión sexual, se dedicaba a perseguir por los bosques, en busca de sus favores amorosos, a ninfas y bellas muchachas. Cuenta la leyenda que Pan se enamoró de la ninfa Siringa, quien, debido a la aterradora apariencia del dios, no le correspondía.
Una vez, mientras huía de Pan, Siringa se lanzó al río Ladón, quedó acorralada y pidió ayuda a sus hermanas las ninfas quienes, conmovidas, la convirtieron en un cañaveral. Enfurecido, Pan rompió las cañas en pedazos, pero, conmovido por el remordimiento, lloró y besó las cañas rotas, todo lo que quedaba de su amada. En ese momento descubrió que su aliento podía crear sonidos con las cañas. Cortó varios juncos a diferentes alturas y los ató, formando así la primera flauta de la historia, el instrumento musical que llevaría el nombre de la ninfa perdida: la flauta siringa, instrumento de viento con ocho o nueve agujeros.

Escultura hallada en Pompeya, Italia, que data del 100 A.C.y que representa al dios Pan enseñándole al pastor Dafnis a tocar la flauta siringa.
Según la mitología griega, Pan, deidad que también regía las brisas del amanecer y del atardecer, vivía en compañía de las ninfas en una gruta de una ladera del monte Parnaso llamada Coricia, aunque también habitaba en los bosques y en las selvas, correteando tras las ovejas y espantando a los hombres que osaban entrar en sus terrenos, pues el dios se volvía especialmente irascible cuando lo molestaban mientras dormía una de sus siestas. Por ello, los habitantes de Arcadia tenían la creencia de que cuando una persona dormía la siesta, no se la debía despertar bajo ninguna circunstancia, pues, de esa forma, también se interrumpía el sueño del dios Pan.
Pan, quien además de pastor, cazador, curandero y músico, era una deidad a la que se le atribuían dones proféticos, representaba a toda la naturaleza salvaje. Ello, unido a su costumbre de aterrorizar a los viajeros que pasaban por sus terrenos, originó la palabra “pánico”, término que deriva de su nombre y que hace referencia al terror repentino que Pan despertaba en aquellos que se aventuraban en lugares solitarios, donde el dios no deseaba ser molestado, sobre todo cuando disfrutaba de una apacible siesta. Hoy, la palabra “pánico” tiene un sentido muy parecido, aludiendo a un “miedo muy intenso y manifiesto, especialmente el que sobrecoge repentinamente a un colectivo en situación de peligro”.
Según relata el historiador griego Heródoto, días antes que se entablara la histórica batalla de Maratón, un mensajero ateniense que volvía de pedir ayuda a Esparta encontró al dios Pan y este le prometió su ayuda, profetizando además que los griegos vencerían a los invasores persas. Por ello, tras ganar la batalla a causa de un súbito “pánico” que se apoderó de las filas enemigas, Pan fue incluido entre los grandes dioses reconocidos por el estado heleno.
En la propia ciudad de Atenas se le consagró una de las grutas de la vertiente norte de la Acrópolis y se decretó en su honor una fiesta anual donde se realizaban carreras de antorchas. También estaban consagrados a su culto los montes Ménalo, Lampea y Nomia, en la región de Arcadia, y el santuario oracular de Licosura. Los pastores, por lo general, hacían sacrificios al dios inmolando cabritos, cabras u ovejas, o hacían ofrendas votivas de figurillas de pastores hechas de arcilla.
El dios Pan sería considerado, de todas formas, una de las deidades más aterradoras y malignas de la mitología griega, ya fuera por su repulsivo aspecto físico o por su siniestra forma de actuar, aterrorizando a los viajeros y persiguiendo a las ninfas y bellas muchachas para copular con ellas. Siglos después, la imagen medieval del diablo -el macho cabrío- derivó de su apariencia.
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