Papa Juan Pablo I: Las conjeturas en torno a la muerte del pontífice que quiso investigar al Banco del Vaticano
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- Héctor Fuentes
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El 28 de Septiembre de 1978 el Papa Juan Pablo l falleció abrputamente, luego de cumplir apenas 33 días como Sumo Pontífice, aunque en esas cuatro semanas el religioso italiano de 65 años, cuyo nombre verdadero era Albino Luciani, había anunciado grandes reformas, entre las cuales se contaba combatir la corrupción financiera y tratar de clarificar las oscuras cuentas vaticanas, pues su intención era reformar el Banco Vaticano y hacer públicas esas cuentas para que cualquier ciudadano estuviera al tanto de cuanto dinero tenía la iglesia, y cómo y donde se empleaban esos recursos.
El cadáver de Juan Pablo I fue descubierto por dos monjas que entraron de madrugada en los aposentos papales y encontraron al Papa exánime, con los anteojos puestos y la luz encendida. Según la versión oficial, Albino Luciano no gozaba de buena salud y “sufrió un ataque al corazón tan fuerte que no tuvo tiempo ni de tocar el timbre que tenía al lado de la cama”.
Sin embargo, luego de su repentina muerte, y en vista que su papado había comenzado con su intención de investigar las turbias cuentas vaticanas, comenzarían de inmediato a barajarse distintas teorías que aseguraban que en realidad había sido asesinado.
En 1972, mientras Albino Luciani, el futuro Juan Pablo I, era patriarca de Venecia, el Banco del Vaticano le vendió al Banco Ambrosiano, propiedad de Roberto Calvi, la Banca Católica del Véneto, en una operación que fue autorizada -a espaldas de Luciani- por el arzobispo estadunidense Paul Marcinkus, responsable de la administración financiera vaticana.
En 1978, el Banco de Italia denunció movimientos sospechosos de los fondos del Banco Ambrosiano y promovió la investigación del imperio económico de Calvi quien, cuatro años después, en 1982, aparecería colgado de un puente de Londres sobre el río Támesis, en medio de un gran escándalo internacional y una acusación judicial que incluía acusaciones sobre evasión impositiva, desvío de fondos para solventar golpes de Estado y negocios con la mafia. Como consecuencia de ese escándalo y esas investigaciones, el Banco Ambrosiano fue cerrado, arrastrando a otras entidades vinculadas con el Vaticano.

El controvertido Arzobispo Paul Marcinkus, conocido como “el ‘banquero de Dios” durante el período en que ejerció de director del Banco Vaticano. Este religioso fue sindicado por algunos autores de ser uno de los autores intelectuales del supuesto asesinato del Papa Juan Pablo I.
Desde entonces, no serían escasos los libros y películas (como “El Padrino III”) que aseguraban que el Papa Juan Pablo I había sido, en verdad, asesinado.
En 1984 el escritor e investigador británico David Yallop afirmó en su libro “En el nombre de Dios” que Juan Pablo I había sido asesinado por su intención de revelar la corrupción financiera en el Vaticano, tras ser envenenado con digitalina, sustancia usada para tratamientos cardiológicos. “El Arzobispo Paul Marcinkus tenía móviles para el crimen y la oportunidad de llevarlo a cabo”, escribió.
Otro libro que levantó gran revuelo mediático sería “When the Bullet Hits the Bone”, de Anthony S. Luciano Raimondi, gángster y sobrino del legendario mafioso Charlie ‘Lucky’ Luciano, que confesó ser uno de los asesinos de Juan Pablo I.
Según detalló Raimondi, había formado parte de un escuadrón de sicarios bajo las órdenes de Paul Marcinkus, quien era su primo, recibiendo una instrucción minuciosa sobre los hábitos de Juan Pablo I, al que primero durmieron con una infusión de té que contenía una fuerte dosis de valium, para posteriormente envenenarlo con cianuro.
“Estaba parado en el pasillo, fuera de las dependencias del Papa, cuando se sirvió el té. Había hecho muchas malas cosas en mi tiempo, pero no quería estar allí en la habitación cuando lo envenenaran. Sabía que con su asesinato me compraría un boleto de ida al infierno”, confesó Raimondi.
Según Raimondi, el móvil del magnicidio fue frenar una investigación de millonarias maniobras fraudulentas en las que estaban involucradas el Arzobispo Paul Marcinkus e importantes empresas estadounidenses.
“Si el Papa hubiera mantenido la boca cerrada podría haber tenido un reinado largo”, aclaró Raimondi, agregando que cuando Juan Pablo I asumió su cargo prometió destapar este caso de corrupción expulsando a todos los implicados, quienes, de acuerdo al mismo mafioso, habrían sido “la mitad de los cardenales y obispos en el Vaticano”.
Tras su misteriosa muerte, Juan Pablo I fue reemplazado por el cardenal polaco Karol Wojtyla, quien adoptó el nombre de Juan Pablo II en su honor, aunque este nuevo Papa suspendió todas las investigaciones en curso y regresó a las opulencias católicas tradicionales.
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