¿Por qué los dedos de Dios y Adán no se tocan en la famosa pintura de Miguel Ángel?
Guía de: Mitos y Enigmas
- Héctor Fuentes
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En 1508, el Papa Julio II encargó al escultor y pintor Miguel Ángel Buonarroti la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina del palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano. El resultado sería una soberbia creación monumental que rompería los paradigmas del arte renacentista.
Entre las inmortales obras que pintó el genial artista italiano destacó “La Creación de Adán”, un fresco de 280 × 570 cms. Pintado por Miguel Ángel en 1511, representaba el origen del primer hombre, Adán, y formaba parte de una sección pictórica de nueve escenas basadas en el libro del Génesis del Antiguo Testamento.
El plano de la izquierda del fresco representaba la presencia de Adán desnudo, quien aparece ya formado y esperando a ser insuflado por el don de la vida. Por eso el primer hombre aparece acostado y lánguido en una superficie terrestre, sujeto a las leyes de la gravedad.
La mitad superior de la obra, en tanto, está dominada por un grupo de figuras celestiales suspendidas en el aire, dando a entender su carácter divino y sobrenatural. Todo el grupo aparece envuelto en un manto rosa que flota en el cielo como una nube.
Dentro del grupo celestial destaca Dios, el Supremo Creador del Cielo y la Tierra, quien aparece en un primer plano sostenido por querubines, mientras circunda con su brazo a una mujer, quizás Eva esperando su turno de ser creada o acaso una alegoría al conocimiento. Con su mano izquierda, el Creador sostiene por el hombro al que parece ser un niño o querubín, y que algunos sugieren podría tratarse del alma que Dios insuflará en el cuerpo de Adán.
Dios y Adán, los dos personajes principales, parecen unirse por medio de las manos, elemento central de la composición: las manos se abren a la conexión entre ambos mediante los dedos índices extendidos. Sin embargo, los dedos de Adán y Dios no se llegan a tocar, pues en la obra el dedo de Dios aparece extendido al máximo, pero el dedo de Adán aparece con las últimas falanges contraídas.
Según los teólogos, el sentido del impresionante fresco de Miguel Ángel es ilustrar pictóricamente que Dios siempre está allí, pero la decisión de buscarlo es del hombre. Si el ser humano quiere tocar a Dios y acercarse a él necesitará estirar el dedo, pero al no hacerlo, podrá pasar toda su vida sin la presencia divina del creador.
En última instancia, la última falange contraída del dedo índice de Adán representa el libre albedrío, es decir, el ser humano es enteramente libre de escoger entre el bien y el mal: puede elegir la libertad y la vida eterna al seguir a Dios y Jesucristo, pero también puede elegir la muerte y la condenación eterna como resultado de seguir a satanás.
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