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La propagación de mil filmaciones ha dado, entre los más jovencitos, detalle a mínimas cuestiones en los shows musicales. Las nuevas generaciones se jactan: ¡hemos inventado algo genial! El problema, claro, es que el acto de arrojar cosas al público no es nada nuevo. Nada-nada nuevo. Roger Waters escribió el que sea quizá el mejor disco de todos los tiempos porque, ejem, odiaba al público y quería verlo encerrado detrás de “una pared”. George Harrison casi se retiró de la música porque odiaba… Bueno, George odiaba todo.

Los punks pusieron la acción arriba de todo cuando, soliviantados por los artistas al enojo, tiraban de todo a los que estaban sobre el escenario. Y como eran muchachos ofuscados y bastante pesados, lo que arrojaban no era nada agradable: escupitajos, monedazos. Los artistas punk se prendieron y agradecieron eso durante muy poco tiempo y los insultos desde arriba a abajo no tardaron en aparecer.

Para los 80s la acción pasó a los músicos carilindos. En el mundillo del pop o el melódico, las jovencitas más dulces lanzaban sus ositos de peluches a sus galanes; las más osadas optaban por lanzar su ropa interior.

La costumbre ha regresado con todo, si es que alguna vez se fue. Los nuevos artistas reciben golpazos de objetos y, como los punks de antaño (los de la segunda generación), no reciben de buen agrado las agresiones. “Si quieres tirar una cosa, por favor, tírala con cuidado y con puntería”, dijo Rosalía poco tiempo atrás en Buenos Aires, cuando le lanzaron una camiseta.

La artista dejó el país trasandino, viajó a tocar a San Diego, EEUU, y allí un ramo de flores le reventó contra la cara. “Por favor, no tiréis cosas al escenario y si sois tan motomamis que las tiráis igualmente, tiradlas en el lado opuesto al que yo esté”. ¿Cuál es ahora el sentido de acertarle a tu artista admirado algo en plena cara? Captar el momento con tu celu, subirlo a las redes y llenarte de likes. Del enojo social de los punks, ni noticias.

Harry Styles “se comió” un caramelo en pleno ojo que lo hizo llorar de éste durante todo el concierto. Mejor eso que un zapatilla en las partes íntimas ¿Cierto? Dua Lipa pateó con furia un peluche en México y nos llevó a revisar algunas elucubración que se ha hecho alguna vez al respecto: el arrojar algo a escena es simple narcisismo, ser participe de algo del que solo deberías ser espectador. ¿Será? Nos quedamos con el hecho más bizarro, ocurrido en la era de hielo del rock: A Ozzy Osbourne le lanzaron un murciélago y él pensando, que era de goma, le comió la cabeza al pobre animal.