• Diego Ibarrola Ávila, Equipo de Temas Legales
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Cuando a principios de junio, Edward Snowden reveló a la prensa programas de espionaje secretos de la Agencia Nacional de Seguridad de EE.UU. (NSA por sus siglas en inglés), empezó a gestarse un caso de ribetes diplomáticos insospechados. Ya a dos meses de la divulgación de esta información a medios como The Guardian, o The Washington Post, el episodio ha sido un catalizador de tensiones diplomáticas, reviviendo viejos recelos y exacerbando regionalismos.

Dos aristas diplomáticas pueden desprenderse hasta el momento de este caso, y ambas provenientes de la figura legal llamada derecho de asilo. Este derecho es uno que goza toda persona sobre la cual sea reclamada su extradición según el cual puede pedir cobijo a otro país, que no sea el suyo de origen, en casos en que sea perseguido por crímenes políticos. Similares características pueden observarse en el caso de Julien Assange por Wikileaks.

Así, a partir del asilo que solicitó el norteamericano, podemos distinguir dos claros macro issues en materia diplomática: la primera situación es el renacer de las tensiones entre EE.UU. y Rusia; la segunda, la estresante vuelta a casa del Presidente boliviano Evo Morales, luego de su visita oficial a Rusia junto con su par venezolano, el Presidente Nicolás Maduro.

Es un hecho que la petición de asilo hecha por el ex técnico de la CIA y quien trabajara como consultor de la NSA ha tensionado nuevamente el ambiente político entre quienes fueran los protagonistas de la Guerra Fría. El limbo jurídico que mantuvo por 36 días a Snowden en el aeropuerto de Moscú, que por lo demás terminó con la concesión de su petición, no cayó bien en la Casa Blanca. El presidente norteamericano Barack Obama hizo peticiones expresas a su par ruso de “devolver” en un avión a quien le ha causado tal nivel de dolor de cabeza. La respuesta del presidente ruso Vladimir Putin, desde luego fue negativa. Así, lejos de lo que se pueda pensar, todo este lío diplomático a Putin le ha causado más créditos que incomodidades.

Por su parte, el viaje que realizó Morales a Rusia,  terminó con una sucesión de declaraciones cruzadas aludiendo a un supuesto afán “colonialista” no superado de los países europeos. Durante su estadía, el presidente boliviano deslizó su intención de asilar al norteamericano, al tener en común sentimientos de “antiimperialismo” o su “vocación de denuncia”. Como consecuencia, esto generó la negación por parte de Francia, Italia, España y Portugal de la autorización de tránsito aéreo del avión que transportaba a Morales, y supuestamente a Snowden. Todo esto además de una espera de 14 horas en el aeropuerto de Viena en medio de tensas negociaciones.

Así las cosas, luego de una reunión con carácter de urgente, UNASUR declaró su “profundo rechazo e indignación” por lo acaecido, y lo mismo sucedió en el marco del ALBA, MERCOSUR y OEA. Incluso, esta última condenó los hechos por lo que consideraría una violación al derecho internacional. Lo que empezó como una visita de Estado más, terminó casi con un conflicto entre Sudamérica y Europa, liderado desde este lado por los países “bolivarianos”.

En definitiva, las tensiones del caso Snowden han alcanzado un nivel que trasciende a la discusión inicial sobre el espionaje realizado por los servicios secretos estadounidenses. Si bien el conflicto de poder entre EE.UU. y Rusia suele reflotar con cierta continuidad, los últimos hechos han causado especial malestar en la Casa Blanca que ya canceló la cumbre bilateral que sostendrían en Moscú ambos presidentes a comienzos de septiembre. Por su parte, si bien hay quienes plantean que la actitud los ya citados países europeos con Morales tendría explicación en el comportamiento anterior del líder boliviano, el Pesidente  parece encontrarse cómodo en  su posición de víctima, más aún con la mira en las elecciones venideras. Las disculpas públicas de todos estos países para con Morales, no fueron bien recibidas en el país vecino.  Así al menos, lo que empezó como el caso Snowden parece estar lejos de su fin.