Otros tiempos: Marcelo Ríos trabajando con la promesa china Juncheng Shang / www.puntodebreak.com

Con sorpresa. Así es como reaccionó Marcelo Ríos a la noticia de que era despedido. Lo curioso es que, tan solo un par de meses atrás, el ex número 1 del mundo lucía muy entusiasmado. Y hasta el momento, parecía estar haciendo un buen trabajo.

De hecho, con tan solo 17 años, Juncheng Shang había subido casi 200 puestos en el ranking ATP y ganado un torneo challenger. Pero este resultado no conformó y, de esta manera, la aventura llegó a su fin. El “Chino” pretendía -si bien la idea parecía demasiado ambiciosa- lograr algo similar a Juan Carlos Ferrero con Carlos Alcaraz.

Como es sabido, el asombroso tenista de Murcia -en su caso tiene 19 años- ganó el US Open y se convirtió en el número 1 del mundo más joven de la historia. Y el certamen logrado por Shang implicó, precisamente, igualar una marca de “Carlitos”.

La reacción, al conocer la desvinculación, fue tal cual se esperaba: disparando contra el entorno del jugador. En una entrevista con La Tercera, dijo que “no me dieron ninguna razón para terminar, y siquiera me lo iban a comunicar. Me enteré porque me encontré con ellos en el aeropuerto, su objetivo era que me lo dijera el agente”. 

Además, dejó entrever algunos problemas, quizá previsibles dada la barrera del idioma: “Es super difícil convivir con ellos, yo no lo estaba pasando bien con su padre. Tuve varios encontronazos con él, y la comunicación con Jerry (por Shang) era muy mala. Él no hablaba mucho, y cada cosa que le decía me respondía ‘sí, sí, sí’”.

“No sé por qué, pero nadie hablaba nada. Se hace muy difícil entrenar a alguien si no hay comunicación”, finalizó Ríos, visiblemente molesto por la situación. Ahora, habrá que ver qué es lo que hará el chileno: ¿Buscará a otro jugador para entrenar?

Cabe recordar que, previo a la oportunidad de entrenar a Juncheng Shang, Marcelo había compartido algunas imágenes de una de sus hijas, quien en el mes de abril también estaba practicando raqueta en mano. Allí, además de elogiarla y de mostrarse orgulloso, ya se lo veía con ganas de enseñar y se permitió darle consejos.