La Vega, símbolo de la identidad nacional
- Constanza Pavez, Ex guía de Vida en Santiago
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Al hablar de Santiago, de su entramado social, su complejidad geográfica, sus riquezas y pobrezas, es necesario e importante refirirse a La Vega, componente esencial de la historia y tradición de la ciudad; emblema y símbolo popular de nuestra identidad nacional. Este variopinto lugar de encuentro en nuestra capital es mucho más que un mercado, es un punto neurálgico, ideal para tomarle el pulso a la vida en la ciudad.
Este centro de abastecimiento, emplazado desde sus inicios al borde de la ribera del Río Mapocho, en el Barrio Histórico de La Chimba, (en quechua “de la otra banda”), remonta sus inicios a fines de siglo XIX, en donde comenzó a funcionar con el nombre de “Gran Mercado de Abastos de la Ciudad”, lugar en el que se comerciaban distintos productos de origen agrícola, diversificándose posteriormente hacia artículos de los más variados orígenes. Su extensión inicial abarcaba una manzana compuesta por pequeñas callejuelas y cinco patios como ejes vertebrales. Sus límites estaban someramente fijados por las calles Dávila, Antonia López de Bello y Rengifo, en la comuna de Recoleta.
A lo largo del siglo XX, y con el paso de los años, La Vega, como pasó a ser denominada por quienes la frecuentaban, se convirtió en un referente importante para los santiaguinos que buscaban gran variedad, calidad en oferta y buenos precios.
En su desbordado crecimiento, y respondiendo a la demanda de locatarios, clientes y trabajadores, comenzaron a instalarse una serie de cocinerías que, hasta el día de hoy, ofrecen suculentos y criollos desayunos que van desde la clásica paila de huevos con marraqueta caliente hasta caldos como el de patas o el de cabeza. La hora de almuerzo no se queda atrás, las dependencias de La Vega Chica nos ofrecen variadísimas alternativas: pescado frito con agregado, cazuela, lasaña, porotos, pastel de choclo y sándwich de mechada, todo a precios que el bolsillo, sin duda alguna, agradecerá.
Comenzando el nuevo milenio este gran mercado se ha convertido en un espacio de encuentro de los elementos más heterogéneos de nuestra ciudad: la clientela frecuente desde hace décadas, parroquianos que buscan algo para saciar la sed y el hambre, habitantes de los barrios más acomodados que esperan surtirse de productos frescos y de buena calidad, dueños de restaurantes en busca de materia prima para su platos, etc. Incluso, actualmente diversas agencias de turismo ofrecen paquetes que incluyen el sector de La Vega como uno de los atractivos turísticos más importantes de Santiago.
En los últimos años este gran mercado urbano ha aumentado considerablemente su oferta, incluyendo productos de origen extranjero, los que tienen ya su espacio consolidado. En el pasillo 5 de La Vega es posible encontrar los ingredientes básicos de la gastronomía peruana: salsas, condimentos, sazonadores, pastas, como también productos de origen oriental como la salsa de soya, dientes de dragón, jengibre y mucho más.
Día a día, la vida en La Vega comienza muy temprano, a eso de las 04:00 de la mañana con la llegada de camiones cargados con los productos oriundos de chacras y parcelas, en su mayoría de la zona central de Chile, que ingresan al llamado “Galpón de los Chacareros” donde se realizan los remates.
En las bodegas mayoristas aledañas se abastece a los comerciantes minoristas, almacenes de barrio, feriantes y a quienes quieran comprar por cajones. Pero La Vega no sólo nos surte de productos agrarios, en su interior podemos encontrar también abarrotes, frutos secos, golosinas, licores, plásticos, congelados, encurtidos, alimentos para mascotas, lo que la vuelve mucho más atractiva a los ojos de todos los consumidores. Este “paseo” se ve engalanado con la presencia de múltiples personajes y manifestaciones de la cultura nacional: cuequeros, cantantes de rancheras y boleros, vendedores de sopaipillas y consomé al paso.
La Vega es entonces un ícono de la sociedad santiaguina y visitarla puede convertirse en un panorama que nos remontará a las entrañas de la vida en la ciudad, siempre llena de vitalidad y colorido, impregnada de un espíritu ejemplar de esfuerzo y tradición, y cómo dice una frase conocida por sus parroquianos “Después de Dios, La Vega…”.
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