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Que alguien me regale cinco minutos más: El tiempo falta y ya nada es lo mismo

No sé en qué momento la vida empezó a pasar tan rápido y sin avisarnos.

Cuando niña cada vez que mis papás me avisaban que nos debíamos ir de un lugar en el que lo estaba pasando bien,  les pedía que me dieran un rato extra para seguir jugando. “Bueno, cinco minutos y nos vamos”, me respondían y a esos cinco minutos extras les sacaba el jugo, tanto, que parecían una eternidad. Hoy esos minutos ya no son lo mismo: equivalen a lo que dura una canción en promedio, es la mentira que uso para decir cuánto me demoraré, es solo una unidad de medición que me demuestra que el tiempo pasa volando.

5-minutos-por-favor

No sé en qué momento la vida empezó a pasar tan rápido, un día estoy graduándome de cuarto medio para de repente darme cuenta que estoy sentada en el escritorio de mi primera pega escribiendo un informe de prensa y el choque con la realidad vino hace pocos días, cuando me sorprendí al ver que apareció una mata de canas en mi cabeza.

Mientras escribo esto, me hace mucho sentido aquel meme que se burla de la actitud con la partimos cada año, “éste será mi año” dice la imagen y al lado, un crudo golpe de realidad nos hace caer en cuenta que nada de lo que propusimos para el 2017 se cumplió: porque simplemente se nos pasó el año muy rápido. Será el ritmo de vida o la edad,  pero aún tengo latente lo que estaba haciendo exactamente hace un año: iba a entrar a un trabajo nuevo, cotizaba mi primer auto y estaba conociendo a mi seudo crush del 2016. El tiempo siguió pasando y sin darme cuenta, llegamos a enero: llevaba tres meses en la pega nueva, me habían “pateado” y a mi tío querido le dieron seis meses luego de que le confirmaran que tenía un cáncer terminal.

Recuerdo como si fuera ayer lo que fue el principio de año, pero ya pasaron nueve meses: estoy en otra pega (la tercera en dos años), mi tío falleció hace dos meses y en poco tiempo, voy a cumplir treinta. Tengo tantas fechas grabadas en mi memoria, que a veces me asusta darme cuenta que no fue hace un par de semanas, sino que meses o incluso años. El tiempo vuela y me asusta, porque Gardel tenía razón cuando cantaba “que veinte años no son nada”, hace poco mi abuela  materna cumplió 21 años desde que falleció y pareciera que fue ayer la última vez que estuve con ella: salió a recibirnos cuando el bus llegó a su casa, vimos Mi Pobre Angelito 2 y dormí con ella esa noche.

A veces extraño ser niña y pedirle a mis papás que me regalen esos cinco minutos, los cinco minutos más largos que tuve en la vida.

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