La vida de Josephine Baker podría dar pie a un gran guión de película hollywoodense, si alguien se animara. Pasó de ser empleada doméstica a una destacada bailarina en el Paris de los años treinta para luego convertirse en espía de la Segunda Guerra Mundial.

Para entender toda esta variada ruta hay que conocer su historia. Josephine Baker nació en 1906 en el seno de un hogar afroamericano, aunque su padre era descendiente de españoles, su nombre de soltera era Freda Josephine McDonald.

Es hija de una familia afroamericana, aunque su padre era descendiente de españoles. De pequeña repartía su tiempo entre la escuela y las labores domésticas que realizaba en las casas de gente acaudalada donde trabajaba su madre.

A los 13 años se casó, pero el matrimonio no duró mucho. Al año siguiente ganó un concurso de baile, dejó a su marido y comenzó a trabajar de forma ininterrumpida en el escenario.

Su ímpetu por cantar y bailar no se detenía con la adversidad, se unió al trío de artistas callejeros llamado el “Jones Family Band”, el que se sumó posteriormente a la compañía de gira de Dixie Steppers.​ Es en esta época donde conoce a su segundo marido, de quien adoptará el apellido para usarlo como nombre artístico: William Howard “Willie” Baker. Él era un guitarrista de blues y se casaron en 1921.

Pero el matrimonio no duró mucho tiempo. Se separaron al poco tiempo y en 1919 se mudó a Nueva York.

A instancia de la esposa del encargado de comercio de Estados Unidos en Francia, a quien conoció durante su tiempo en Brodway, Josephine se va a Europa en 1925 como integrante del coro de La Revue Nègre. El público europeo se quedó prendado de Joséphine Baker y se convirtió en una estrella del Folies Bergière.

Lo que había causado estupor en su país natal, se convirtió en su gran atractivo en el viejo continente. Los europeos amaron verla bailar con minúsculos atuendos como una minifalda de bananas de telas que la caracterizó.

Además, introdujo el Charleston en el viejo continente y protagonizó varias películas de éxito como Le Siréne des tropiques, Zou o Princesse Tam-Tam, hasta el año 1935.

Regresó a Estados Unidos en 1936, pero todo su reconocimiento en Francia no fue suficiente en su tierra natal. Ahí la criticaron por considerar que su show era promiscuo optando por la residencia francesa definitiva al año siguiente cuando se casó con un judío que tuvo problemas durante la ocupación alemana de Francia.

Entonces más que deprimirse o huir decidió tomar cartas en el asunto y se convirtió en espía francesa. Ello además de ofrecer shows a los soldados del país galo con el objetivo de levantarles el espíritu.

En cuanto estalló la guerra decidió vestirse de uniforme militar y se desempeñó como subteniente en el Auxiliar de Mujeres de la Fuerza Aérea francesa.

Además, aprovechó su fama para espiar para los aliados, utilizando sus contactos e invitaciones a fiestas en embajadas, obtuvo información sobre los movimientos de las tropas enemigas que logró transmitir primero a las autoridades francesas y -tras la caída de Francia en manos nazis- a la Resistencia, utilizando tinta invisible en sus partituras.

Gracias a esa labor fue condecorada por Charles de Gaulle con la Legión de Honor y la Medalla de la Resistencia. Y se convirtió en la primera no francesa y afrodescendiente en ser enterrada, de forma simbólica, en el Mausoleo del Panteón de Paris.

Pero la pelea contra los aliados no fue su única lucha. Desde su primera visita ya como artista destacada a su país natal en 1936, reclamó para poner fin a los establecimientos segregados por razones raciales.

Rechazó actuar en lugares que no permitían el ingreso del público negro y, de acuerdo a lo que cita el sitio web de la BBC, según Jules-Rosette, fue la primera en romper la segregación racial en Las Vegas, incluso antes que artistas como Frank Sinatra y Sammy Davis Jr.

Ello le valió que en 1951 el Bureau Federal de Investigaciones (FBI) la sumó a una lista de personas no gratas del gobierno por haber denunciado por racismo al dueño del Stork Club de Nueva York.

Además, en 1963, tras lograr volver a pisar suelo estadounidense con la ayuda del entonces fiscal general Robert Kennedy, participó de la famosa Marcha en Washington, junto con el líder del movimiento por los derechos civiles Martin Luther King, quien dio su recordado discurso “Yo tengo un sueño”.

Luego de la muerte de éste, muchos la vieron como sus sucesora en la reivindicación por los derechos raciales.

Tras el término de su tercer matrimonio,  volvió a casarse en 1947  con otro hombre blanco: Joe Bouillon, con quien adoptó nueve niños de distintas nacionalidades y razas, para formar lo que llamó su “Tribu Arcoiris”.

Incluso tras divorciarse de Bouillon, en 1957, sumó otros tres niños a su “tribu”, a quienes terminó manteniendo sola.

Y si bien había llegado a ser la mujer negra más rica del mundo, terminó en la bancarrota y pasó sus últimos años en Mónaco gracias al apoyo que recibió de su amiga Grace Kelly, entonces convertida en princesa de ese pequeño estado europeo.

Josephine Becker murió en 1975 y su cuerpo descansa en el cementerio de Mónaco, aunque en el Mausoleo del Panteón de Paris tiene también una tumba y un ataúd simbólico que contiene tierra de cuatro lugares significativos en su vida.