Lísia Daniella Lustoza Ferro era una exitosa y joven abogada en Brasil. Tal era su dedicación al trabajo que dirigía dos estudios de abogados. Su vida era un continuo correr, hasta que dos Accidentes Cerebro vascular (ACV) le cambiaron la vida.

Todo ocurrió ad portas que se fuera de viaje en sus vacaciones soñadas. Era 2019, cuando comenzó a sentir dolores en el cuello. En un principio pensó que se trataba de una tortícolis y se automedico. Su rutina de trabajó no cambió.

Sin embargo, a los pocos días un nuevo síntoma le advirtió que algo no andaba bien: comenzó a sentir un zumbido en el oído. Fue al especialista, éste la medicó y siguió adelante. Pero el dolor volvió cuando se le terminaron los medicamentos.

Nuevamente volvió al hospital. Sin embargo, los médicos aseguraron que era un problema causado por los remedios que estaba tomando, otros que los síntomas estaban relacionados con la tortícolis, otros decían que era porque estaba muy delgada y tenía el cuerpo debilitado. Así fue y volvió cinco o seis veces, como ella misma lo recuerda.

El problema fue que en vez de mejorar, la situación se fue agravando. Al pasar de los días, los síntomas se multiplicaron: “Perdí el control de mi mano izquierda: comenzó a moverse sola, comencé a tener hormigueo en la cara, tenía dificultad para hablar, mi lengua se me trababa con frecuencia, pero nadie sospechaba, y yo tampoco”, recuerda.

Hasta ahí, ningún estudio médico daba cuenta de que sería algo grave. Cuando estaba lista para sus vacaciones, sintió que su pierna se debilitaba, regresó al hospital y los exámenes arrojaron que sufría un accidente cerebrovascular isquémico (infarto cerebral) en una región del cerebro que, al parecer, la dejaría con secuelas motoras. Al día siguiente tuvo su segundo derrame cerebral y entró en coma.

A pesar de su estado, Lisia recuerda el sentimiento que lo invadía esos días: “la sensación es de estar enterrado, como si tuvieras piedras gigantes por todo el cuerpo que te impiden moverte”.

Poco a poco se fue recuperando, pero de forma muy lenta. En la UCI comenzó a sostener el cuello y sentarse con apoyo. Sin embargo, no podía mover los brazos y las piernas.

Para ponerse de pie, las enfermeras la sujetaban. Volvió a su casa en camilla, porque todavía no podía sostenerse en una silla de ruedas, y continuó con el tratamiento que había iniciado en la UCI.

En su hogar se comunicaba con su familia  por medio de parpadeos y señas , se alimentaba a través de un tubo y usaba un pañal. Pero, luego de un trabajo que duró por dos meses, logró recuperar su autonomía.

En dos meses mejoró bastante, empezó a hablar, podía comer y caminaba aunque con dificultad. Luego de ello, sólo era cuestión de mejorar. Y así fue.

Durante su tiempo en el hospital Lísia le había prometido a su mejor amiga Sheila que si se recuperaba correriría media maratón de Rio Janeiro y escribiría un libro.

El relato de su testimonio lo publicó el año pasado y se llama ‘Cómo así AVC’,  mientras que este año, junto a tres amigas, corrió media maratón de Rio de Janeiro.

Sus logros, luego de dos accidentes cerebrovasculares, sorprenden a todo el mundo, incluídos los especialistas que la trataron. “Hoy lloro cuando veo el video de esta media maratón, y se lo muestro a otros pacientes para animarlos”, dice uno de sus doctores.

En tanto, Lisia asegura haber cambiado totalmente su estilo de vida. “Mi trabajo es importante porque es mi sustento, pero ya no es mi prioridad. Cambié mi vida por completo. Hoy, mi prioridad es hacer ejercicio y tener mis momentos de descanso. Empecé a ver con más cariño a las personas que estaban y siguen estando conmigo, y a sacar tiempo para estar realmente con ellos”, relata.