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Mujer cuenta cómo llegó a amar la soriasis que casi la mata y su receta es inspiradora

Asegura haberse reconciliado con la enfermedad y amar su cuerpo tal y como es.

Guía de: Mujer

Hay que aceptar el cuerpo propio, con sus virtudes y defectos, es una premisa que escuchamos a menudo, pero cuando los defectos hacen que los otros nos miren demasiado o incluso nos rechacen es difícil hacerlo. Más todavía si se trata de una enfermedad que puede matarnos.

Sin embargo, parece no ser imposible. Así lo demuestra la historia de Bryony Bateman, una joven inglesa de 22 años que lleva seis viviendo con soriasis.

Hasta los 16 años, ella era una joven normal, sin ningún problema aparente a la piel. Sin embargo, un día le apareció un inusual salpullido en el área del estómago. A pesar de haber acudido al médico y examinar este problema, no fue hasta dos años después que un dermatólogo le dio el diagnóstico definitivo: padecía soriasis.

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Lo que vino después estuvo lejos de ser un alivio. Primero porque comenzó probando diversos tratamientos y en segundo lugar porque la enfermedad empeoró, le aparecieron quemaduras y llagas abiertas por todo el cuerpo. Su espalda sangraba al menor movimiento, sentía malestar continuo, las funciones de su hígado y sus riñones se dañaron tanto que lo médicos empezaron a preocuparse. A tal nivel llegó su agravamiento que fue a dar a una clínica casi inconsciente en estado de schock.

Todo esto la convirtió en blanco de las miradas de las personas, las que además hacían comentarios desagradables. Como un chico que al verla le dijo a su amigo: ”Mira ese bronceado tan repugnante”.

Fue sí como finalmente, decidió cambiar su actitud en relación a la enfermedad, siendo el primer paso hablar de ella cada vez que conocía gente nueva. Así llegó su actual novio, quien la aceptó con sus “flores de cerezo” como llama la enfermedad.

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Esto la hizo amar su cuerpo, a tal punto que ya asumió que la enfermedad no va a desaparecer. “Estará conmigo para siempre así que tendré que aprender a lidiar con ella. Ahora, literalmente, tengo una piel muy gruesa (…) al tener que andar con costras, siento mucha más confianza. Si me da una mancha, no me importa. He luchado con cosas peores”, asegura.

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