• Andrés Saslavsky, ex guía de Vida Salvaje
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¿Quién dice que dos especies tan distintas no pueden llegar a entenderse? Tarra y Bella protagonizan una historia conmovedora, que demuestra que los vínculos estrechos pueden superar cualquier barrera.

Tarra es una elefanta que nació en 1974 en Birmania (Asia) y con apenas seis meses de edad fue apartada de su familia y de su hábitat. Trasladada a Estados Unidos con fin comercial, fue mantenida en paupérrimas condiciones por un vendedor de neumáticos californiano, aunque poco después su vida cambiaría para siempre.

Tarra y Bella se conocieron en el Santuario de Elefantes de Tennesse.

Fue Carol Buckley quien adquirió a Tarra dos años después. Ambas trabajaron juntas en circos, parques de diversiones y zoológicos, hasta que en 1995 fue creado el Santuario de Elefantes de Tennesse.

Allí fue donde la elefanta conoció a Bella, una perra labrador sin hogar que fue acogida por el refugio. A pesar de las diferencias, la amistad no tardó en florecer: al poco tiempo, comían, dormían e invertían todo su tiempo juntas.

El accidente de Bella

La relación entre ambas atravesó una “prueba de fuego” cuando la canina sufrió una lesión en la médula espinal que le afectó la movilidad. Bella necesitó permanecer quieta y aislada durante tres semanas, pero su incondicional elefanta no la olvidó. Tarra permaneció todo ese tiempo frente a la oficina donde estaba internada la perra, esperando para poder verla.

Esta foto fue utilizada como portada del libro.

Los empleados del Santuario entendieron que el cariño entre las amigas era la mejor terapia de rehabilitación, por lo que cada día Bella fue llevada afuera para que salude a Tarra. Poco tiempo después, la perrita volvió a caminar.

Esta conmovedora historia inspiró a Buckley a escribir el libro “Tarra & Bella”, en el cual cuenta esta conmovedora historia de amistad incondicional.

La emotiva historia de Tarra y Bella: