• Mónica de Simone, ex guía de Alma
• |
• Ver más de alma

Conozco sus códigos, y ellos conocen los míos.

Saben que cuando digo “no lo invitaría a tomar té a mi casa”, lo que estoy diciendo es no me cae bien esa persona, y que en cambio, la expresión “me inspira”, es que me gusta, y le haría espacio en mi vida. O el downstairs, upstairs, pues si entras a mi habitación, es señal inequívoca de que entraste al círculo de hierro.

Amigos íntimos son aquellos que en una piedra arrojada en un estanque conforman el círculo que está más cerca del centro,  sabiendo que hay otros, entre el centro y la periferia.

“Me encanta tener una amiga que baile con tambores africanos” , me dice una de las más cercanas. “Abrazo de oso” me pide otro que hace más de 25 años es parte del clan. Y es que los amigos son como esos dioses del panteón hindú, llenos de brazos, extensiones de nosotros mismos, donde ejercemos mágicas complicidades.

Risas que relativizan los problemas , personas capaces de leer nuestros gestos, los amigos deben ser un oasis donde descansar.

Un vergel donde no caben ni por asomo las quejas, las cargas, las obligaciones, las toxicidades, los asedios o las cobranzas de tiempo, y donde el respeto por los silencios, las ganas o el desgano, son sagrados.

Pues quien no honra los momentos de privacidad, los espacios propios, e incluso de desconexión, no merece llamarse amigo.