• Mónica de Simone, ex guía de Alma
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Narciso era un joven muy hermoso que nunca se había visto a sí mismo. Su madre, advertida por el profeta Tiresias, impidió durante toda su niñez, que él mirara su reflejo, hasta que un día, siendo ya adolescente, paseando por un bosque, se vio en un estanque y embelesado ante su imagen, murió. En el sitio donde su cuerpo cayó, creció una hermosa flor.

La mitología nos enseña con el mito de Narciso, que si me miro, me muero.

Y como sabemos que nada muere, sino que se transforma, me convierto en otro, más bello, más pleno.

La ira, el miedo, nada se esconde debajo de la alfombra si uno es adulto. Nada puede anularse, cancelarse, evitarse, en el trabajo sobre uno mismo, pues conocerse, implica mirarse, reconocerse, abrazarse, trabajarse y transmutarse. Quien no sabe morir, no sabe vivir.

En el Arcano XI del Tarot, aprendemos que si sujetamos con la delicadeza de la virgen, las fauces del león, que simbólicamente hablando, representa nuestros miedos, nuestros egos, nuestras iras, nos transformamos.

Y es que nadie que no esté dispuesto a ver su oscuridad, puede iluminarse.

Iluminarse es ver la propia sombra y saber vérselas con ella.

Iluminarse es saber morir para saber vivir.

Iluminarse es ser seres completos, no perfectos. Por eso, de nada sirve aferrarse como una tabla de salvación a creencias espirituales, sean las que sean, si antes, uno no se ha hecho cargo de sí mismo.

Quien no sabe morir, no sabe vivir.

¡Conócete a ti mismo! rezaba el oráculo de Delfos. Los antiguos ya lo sabían:no existe mayor aporte a la humanidad.

¡Seamos valientes!
¡Iluminemos nuestra sombra !