• Mónica de Simone, ex guía de Alma
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Enero es un muy buen mes para hacer limpieza en nuestras casas, y eliminar lo que ya no nos sirve. ¿Y qué tal si mientras limpiamos vamos orando, purificando, sanándonos a nosotros mismos?

Una de mis autoras favoritas, Margaret Starbird, quien ha escrito varios libros sobre María Magdalena y la devoción de la divinidad femenina, especialista en Literatura comparada, estudios medievales, catedrática en al menos un par de universidades, con más de un doctorado en el cuerpo, se define a sí misma, como una “contemplativa de fregadero”. Y ella ha sido mi inspiración.

Porque ambas hemos recibido alguna revelación, mientras lavábamos los platos.

Porque aún cuando limpiamos, podemos escoger sembrar serenidad en nuestro interior.

No hay que irse al Tíbet ni ponerse un turbante blanco ni recitar mantras a las horas ambrosiales, para transformar las tareas del hogar en un ejercicio espiritual.

No hay horario para la limpieza consciente, pero si quieres un consejo, hazlo bien temprano, a primera hora, durante la mañana, cuando todavía puedas escuchar a los pájaros y conectar con el silencio y la calma.

Si mientras barremos, por ejemplo, intencionamos que salga de nosotros la “suciedad acumulada” que no nos permite evolucionar, ya estamos orando. Y si de paso, nos concentramos en lo que estamos haciendo, -barrer, por ejemplo- entramos en el aquí y el ahora, único lugar donde habita la Sagrada Presencia.

Por la noche, antes de irnos a dormir, podemos dar gracias por el día, por la vida, mientras recogemos, guardamos y ordenamos.

Si mantenemos limpia nuestra casa exterior, es altamente probable que la interior también se armonice y brille.