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Tiempo de soltar a los hombres-niño que no saben amar

Los hombres inmaduros rehusan comprometerse. No pueden decidirse.

Para nuestros hombres de éste sagrado ahora.

Es tiempo de compartir con hombres que amen a la mujer sagrada.
Hombres que vuelen.
Ya es hora de elegir a los que nos aman lobas, mamíferas.
Se acabó el tiempo de los depredadores,
los que retienen, los que ocupan enfermos el lugar de la cría,
ahora elijamos a los que sostienen, los dadores , los cuidadores, los procuradores del fuego y el alimento.
Es tiempo de hombres que nos penetren en luna, que beban nuestra sangre.
Hombres sabios.
Ya no es suficiente con que nos quieran,
ahora es el tiempo de elegir hombres que nos sepan ALUCINANTES.
Somos sagradas, creamos vida, somos alimento , somos preciosas.
Ya no basta con gustarles,
Es el tiempo de encantarles.
Como serpientes.
Como lunas.
Mujeres. Benditas mujeres. Enormes. Infinitas. Sagradas.
Elijamos solo a los que nos miren,
y nos vean.

(Eliana Alonso)

Hombres niño

Foto: yahoo.com

Cuando un hombre niño se encuentra con una mujer, primero se fascina, pero a poco andar, sale huyendo despavorido.

Inmaduro, arranca, sintiéndose perseguido, cuando la mujer, luego del jugueteo inicial, le muestra que para amar, es imprescindible ser generoso.

Que para construir una relación, es preciso dejar la inmadurez de creer que no existen otros planes más que los de él (hoy tengo ganas, mañana no sé), y que para amar, no se puede seguir actuando como un adolescente Peter Pan.

Los hombres inmaduros rehusan comprometerse. No pueden decidirse. No quieren hacer elecciones porque tienen miedo de equivocarse, o de renunciar; no quieren cambiar las cosas tal como están. Desean relacionarse, pero les cuesta dar, quieren recibir pretendiendo que todo permanezca tal como ellos quieren, sin pensar en hacer espacio en su vida para la nueva realidad a la que voluntariamente han querido asomarse.

Algunos, bien maduritos ya, todavía viven con su padres -probablemente no han soltado a la madre-  y suelen ser poco tolerantes a mirarse en verdad.

No les gusta confrontar, ni menos que los confronten, y bajo una aparencia de armonía y diplomacia, prefieren mantenerse alejados de los problemas, pues no saben como enfrentarlos.

Suelen ser divertidos y cercanos con sus amigos, -tienen un millón-, pues necesitan sentirse admirados por otros; detrás de esa aparente empatía, se esconden personas de baja autoestima.

Inestables emocionalmente, -van y vienen-, no son capaces de mantener relaciones en el tiempo, ni menos establecer lazos profundos con una mujer que les muestre este principio de realidad de dar y recibir, que es fundamental en cualquier relación sana y par (pareja viene de par).

Entonces, cuando se sienten “amenazados”, se desconectan de sus emociones, y en vez de plantear sus sentimientos y expresarlos tranquilamente, como haría cualquier hombre maduro que sabe lo que quiere, hacen una pataleta o te vomitan en dos minutos explicaciones que ni ellos mismos se creen.

Les fascina enarbolar el estandarte de que desean ser libres, y no quieren atarse a nada, a veces esgrimiendo principios budistas de desapego… en verdad porque no están listos.

Y así, asustados buscan a otras “niñas” que no les exigirán responsabilidades ni mayores compromisos,  Wendys que los complacerán con la intención de evitar cualquier problema, y con las que por supuesto, no crecerán.

Cada uno elige lo que desea… y al parecer algunos hombres prefieren seguir siendo niños. “Locos lindos” que le echan la culpa al empedrado para no mirarse, no hacerse cargo y no crecer…

Afortunadamente para las mujeres grandes, también existen hombres grandes. Magos, que saben quienes son, conocen sus dolores y sus carencias, y saben las herramientas que tienen, y las usan, hombres que hacen magia en la realidad y que son conscientes del carácter sagrado de las relaciones, en que el éxtasis sexual es parecido al éxtasis de la oración: un lugar donde se pierden los límites, tiempo sin tiempo en que dos son uno, en una lúcida y radiante pérdida de conciencia.

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