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¿Usted oye o escucha? Una importante diferencia

Escuchar no sólo es una técnica, sino un proceso desde adentro, que nos permite conocer al otro y respetarlo en su diferencia.

En la era de la hiperconectividad, rodeados de millones de estímulos y donde la tecnología permite estar cada vez más enchufados, la capacidad de escuchar es una de las virtudes que hoy escasea. Muchos recordarán el antiguo juego de “el teléfono” en que un mensaje iba pasando susurrado de oído en oído, hasta llegar al último participante, que transmitía un resultado a menudo hilarantemente diferente a la frase original.

Recientemente en un seminario del MDO de Psicología UDD y Rafael Echeverría, de Newfield Consulting, reflexionamos sobre este tema. Destaca Echeverría que todos somos escuchadores distintos: Nuestra historia personal, nuestros juicios y prejuicios, nuestra emocionalidad, el ambiente y múltiples factores están influyendo permanentemente en la forma en que interpretamos el mensaje del otro y nuestra respuesta. Cuánto sufrimiento, cuántos conflictos y hasta cuántas guerras se podrían haber evitado si los seres humanos fuéramos más hábiles en esta competencia básica del lenguaje.

Oye escucha

Foto: Agencias

Si bien muchas veces no podemos elegir lo que escuchamos, sí podemos hacernos cargo de lo recibido. Escuchar significa asumir que existen otros que pueden aportarnos. Es un acto de apertura que nos ayuda en esta aventura que es la vida. Pues escuchar no sólo es una técnica, sino un proceso desde adentro, que nos permite conocer al otro y respetarlo en su diferencia.

Partamos por la técnica. Existen ciertos tips básicos para entrenarse en la escucha. Primero, conciencia de que no siempre lo que decimos es escuchado como pensamos. Por lo tanto es clave verificar que nuestro interlocutor entendió el mensaje y para eso, le preguntamos o chequeamos que este haya sido entendido correctamente. En segundo lugar, entender que escuchar implica abrir un espacio de intercambio, en que se encontrarán aspectos con los que se está de acuerdo o en desacuerdo… Eso implica un tercer paso, que es la indagación. ¿Sabe hacer las preguntas adecuadas? ¿Tiene capacidad para contestar cuando usted es el interrogado? Para ser un buen escuchador, hay que ser también un buen preguntador…

Abrirse a la transformación

¿Qué pasa cuando no me gusta lo que escucho? La actitud más común es la de cerrarse o de dejarse llevar por las emociones de enojo, rabia o resentimiento. Ahí es donde entra en juego el valor del respeto por el otro. Esto no es más que aceptar que existen concepciones diferentes a la mía, historias, sentimientos y emociones que más que plantearme un problema, abren nuevas posibilidades.

Hoy prácticamente no escuchamos lo que no nos agrada. ¿Cómo salir de esa trampa? La clave está en algo que ya había aprendido de mi maestro Ramtha: En el ruido que hay en tu cabeza ¿quién quieres ser? ¿el observador o las voces?. La figura del observador es maravillosa. Implica desapegarse del ego y esforzarse por mirar desde afuera, desde una perspectiva más imparcial la situación que se tiene enfrente. Desde ahí es posible entender que nada es personal, que el otro siente y se somete a las mismas emociones y problemas que quizá me enfrente yo mismo. Entender eso es un gran avance, porque ya no invalidamos a nuestro interlocutor y somos capaces de darle valor a su aporte. Escuchar a la voces en cambio, es poner atención a todos nuestros miedos, emociones y juicios. Además de nublar el pensamiento, dejamos de poner atención a quien tenemos al frente.

Escuchar tiene un poder que sólo se expresa en un gran acto de generosidad con el otro, que es estar disponible para que ese diálogo pueda transformarnos mutuamente. Esto es válido para  las relaciones de pareja, con los hijos, con los padres, en el trabajo y hasta en la calle. Al lograrlo generamos más felicidad, bienestar, eficacia y equilibrio. Eso es lo que los expertos llaman conectividad, pero que en otras palabras, es simplemente amor.

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