Turismofobia en Barcelona: ¿A qué se debe el gran rechazo que provocan los turistas en esta ciudad?
- Lucía Alegrete, ex guía de España
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“Tourists go home” son algunas de las pintadas más suaves que reciben a los miles de extranjeros que llegan a la capital catalana. Y es que los visitantes han pasado a representar un gran problema para muchos habitantes de la ciudad.
Si bien no es justo afirmar que toda la sociedad barcelonesa padece turismofobia, lo cierto es que en los últimos años se han dado fuertes episodios violentos y manifestaciones contra el turismo masivo.
Especialmente devastadores han sido las encabezadas por Arran, la organización juvenil de la izquierda independentista catalana, que realizó actos como pinchar las ruedas de las bicicletas de alquiler o lanzar botes de humo a la parte superior de un autobús turístico sin techo.
En el año 2016, Barcelona, con sus 1,5 millones de habitantes, recibió más de 8 millones de turistas en sus hoteles. Esto la hizo formar parte ese año del top 10 de las ciudades más visitadas del mundo y la tercera de Europa (sólo después de Londres y París).
Si bien el turismo es un elemento imprescindible para la economía española, y en especial para Barcelona, donde representa el 15% del PIB, también ha traído enormes consecuencias negativas.
La primera es la proliferación de plataformas de arriendo temporal, como Airbnb, que ha aumentado drásticamente el precio del alquiler de viviendas y ha expulsado a muchos residentes del centro de la ciudad criticando que “pagan alquileres del norte de Europa con sueldos del sur”.
También muchos se quejan de que este turismo masivo está afectando su calidad de vida debido al gran ruido que generan los jóvenes por las noches, la baja oferta de restaurantes y comercios tradicionales o cómo la Ciudad Condal (apodo con el que se conoce a Barcelona) se ha transformado en un “parque temático gigante”.
Otro de los problemas que provocan son prácticas como el “balconing”, que consiste en saltar de balcón en balcón de un hotel o de un balcón a la piscina del propio hotel- y que cada año se cobra varias víctimas- o las fiestas masivas, como las famosas “boatparty”, que acaban con cientos de personas borrachas realizando destrozos y disturbios, lo que ha hecho avivar la turismofobia.
Sin embargo, este año las cosas parecen haberse calmado. El miedo provocado por el atentado que atropelló 13 personas en la Rambla en 2017, la ola de calor que recorrió este verano toda Europa y, sobre todo, la inestabilidad social que dejó el referéndum han provocado una importante bajada en el número de turistas.
Muchos afirman, entonces, que este es el momento idóneo para que la administración pública comience una planificación y regulación en serio de este sector para que, ojalá en un futuro cercano, los únicos carteles que encontremos por las calles sean “tourists are welcome”.
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