Malaz IV, “La Casa de Cadenas”: Imperdible
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- Alberto Rojas
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“La complacencia era una plaga en todos los clanes tablor, sospechaba Karsa. El mundo que había tras las montañas no se atrevía a traspasar sus límites, ni lo había intentado en décadas enteras. No había visitantes que se aventuraran en las tierras de los teblor. Ni tampoco los propios teblor habían mirado más allá de las fronteras con un ansia oscura, como habían hecho con frecuencia generaciones atrás. El último hombre que había encabezado una incursión a territorios foráneos había sido su abuelo. A orillas de Lago de Plata, donde las granjas crecían como champiñones (…) Hasta el día de matanza de Pahlk palidecería ante lo que harían Karsa, Delum y Bairoth”.

Esto es sólo una mínima pista de lo que encierran las 728 páginas “La Casa de Cadenas” (La Factoría de Ideas), la cuarta entrega de la saga de Malaz: El libro de los caídos, del canadiense Steven Erikson. Un nombre que dentro del universo de la fantasía épica se ubica de igual a igual con los de George R. R. Martin, Patrick Rothfuss y Brandon Sanderson.
Aunque la trama de “La Casa de Cadenas” se inicia en Genabackis, desde donde los tres guerreros teblor salen en busca de un buen saqueo —y que abarca buena parte del inicio del libro—, la mayor parte de la trama se desarrolla en el subcontinente de las Siete Ciudades.
Mientras tanto, la Consejera Tavore, de la Casa Paran, incondicional de la emperatriz, debe entrenar a doce mil soldados que sean capaces de aventurarse en el sagrado desierto de Raraku para acabar definitivamente con Sha’ik, la elegida de la diosa del Torbellino, cuyas fuerzas han desatado una sangrienta e imparable rebelión. Y que está obsesionada por la confrontación con su máxima enemiga: su hermana.
En las entregas previas de la saga de Malaz —“Los Jardines de la Luna”, “Las Puertas de la Casa de la Muerte” y “Memorias del Hielo”— pudimos apreciar la complejidad del mundo malaciano, poblado de razas, continentes, religiones e innumerables conspiraciones y “vueltas de tuerca”.
Pero también es importante mencionar que Steven Erikson (cuyo nombre real es Steven Lundin) cuida mucho a sus personajes, deteniéndose en su personalidad o su pasado, así como sus virtudes y defectos.
De profesión antropólogo y arqueólogo, Erikson creó el mundo de Malaz con su amigo Ian Cameron Esslemont en 1991, pensando en que fuera un guión de cine. Sin embargo, cuando el proyecto no logró concretarse, ambos decidieron explorar por separado el universo que habían construido. De esa forma surgió Malaz: El libro de los caídos, de Erikson, y Malaz: El Imperio, de Esslemont.
Para alegría de los lectores, La Factoría de Ideas ya anunció que está en proceso de traducción del quinto tomo de la saga: “Midnight Tides”, así como “Night of Knives”, el primer título de Malaz: El Imperio.
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