Baby Shower: Violencia cinematográfica

Ví la película Baby Shower y quiero comentar mi experiencia y mi visión con respecto a la cinta en particular, y a la violencia cinematográfica en general. Este análisis es llevado a cabo desde mi perspectiva como psicóloga y consumidora de cine.

Hace poco me invitaron al cine a ver Baby Shower , una película chilena de la que no había escuchado comentario alguno, y que particularmente no me llamaba la atención. Sabía que era de “terror” y, como nunca había visto una película chilena de este género, accedí a conocerla, libre de expectativas.

Baby Shower

Foto: El Mercurio

Baby Shower es más una película gore que una de terror, que cumple su objetivo: provocar.

El amigo que me invitó, al llegar al cine me comentó que un primo suyo la había visto y le había dicho que era un poco sanguinaria. Inmediatamente pensé “esto no es para mí” y me pregunté qué habría hecho pensar a mi amigo que yo era una buena compañía para una película de ese estilo. Luego me tranquilicé pensando que probablemente no sería algo tan terrible. Pero con el correr de las escenas, fui dándome cuenta que, más que una película de terror, se trataba de un exponente nacional del cine gore.

Tengo la impresión de que el Director de Baby Sower, Pablo Illanes, quiso provocar a la audiencia con esta película, y lo logró. Hay escenas difíciles de borrar de la memoria e imágenes que llegan a causar asco, angustia, vergüenza ajena e incluso algo de tristeza. Y eso tiene un mérito técnico, pues demuestra que hay un buen conocimiento de las imágenes que generan reacciones emocionales fuertes.

Baby Shower muestra un nivel de crueldad que a momentos parece gratuita y exagerada, hasta el punto de provocar algo de risa, cuando raya en lo absurdo y la violencia aparece sobrecargada. Lo sé, porque aunque a mí no me provocó risa, escuché algunas carcajadas a mi alrededor.

Aunque pienso que este tipo de cintas no aporta en nada al crecimiento personal y a la estabilidad emocional de nadie, podría haber rescatado algún aspecto, si al menos la trama hubiese sido buena. Pero, de acuerdo a mi visión, como psicóloga y amante del cine, Baby Shower se aleja bastante de ser una buena producción cinematográfica. Es más, me pareció muy mala, pero claramente provocadora, razón por la cual estoy escribiendo acerca de ella.

La película tiene tiempos muertos, en los que se simula que hay intriga, pero en definitiva no la hay. Los personajes fueron mal aprovechados, la historia es demasiado simple y, a momentos, incoherente. El argumento no se sostiene bien y hay detalles de la película que quedan en el aire.

Rescato la actuación de Sofía García, que tiene un talento enorme para demostrar dolor y terror. Pero, en general, los papeles están tan sobreactuados, que parecen caricaturas. Este es el caso del personaje de Patricia López, que llega al punto de provocar vergüenza ajena.

A pesar de considerarme fuerte y de ser capaz de enfrentar y trabajar en psicoterapia con contenidos potentes (muchas veces la realidad supera la ficción), debo reconocer que vi la mitad de la película con los ojos semi-tapados, como si la rejilla que formaba con mis dedos sobre los ojos me pudiera proteger de tal nivel de agresividad fútil.

Una sensación de molestia comenzó a inundarme y tuve el impulso de pararme y salir del cine, pero luego sentí que sería inadecuado e incómodo para mi amigo que, sin saber bien de qué se trataba, me había invitado. Ahora pienso que hubiera sido absolutamente apropiado, coherente y positivo salir y no verla.

En el momento que el desagrado comenzó a invadirme, tal vez en un intento de desviar la atención hacia otra cosa, empecé a preguntarme: ¿Por qué, si la mayoría de las personas desaprueba la violencia en la vida real, existe tanta gente que disfruta viendo violencia en el cine? ¿Qué motiva a alguien a ver películas abiertamente brutales, en las que aparecen torturas, miedo, sadismo y dolor?

El cine, como producto experiencial y cultural, genera efectos emocionales en las personas, asociados a imágenes, fantasías y excitación. La excitación o estimulación, positiva o negativa, que este tipo de films genera en las personas, puede ser un aliciente para quienes se centran en la búsqueda de sensaciones. Este rasgo de personalidad se ha asociado en bastantes estudios a las adicciones y a la falta de control de impulsos, una combinación para nada favorable cuando hablamos de violencia. Con esto, no quiero decir, por ningún motivo, que todos quienes consumen cine gore tengan este rasgo.

Películas como Baby Shower, en otra época hubiesen sido prohibidas, pues hace algunos años se individualizaba a quien elegía  este tipo de contenidos como “sádico” o “anormal”. Sin embargo, en la actualidad, la violencia se vuelve subjetiva, aceptándose como parte de “nosotros”. No obstante, resulta paradójico ver como al momento en que nos hacemos cargo de nuestra propia capacidad como seres humanos de ejercer violencia contra otros, ese “nosotros” como sociedad colectiva se esfuma. Esto, por la sencilla razón de que la violencia es lo contrario de una norma de convivencia social.

Babt Shower

Foto: babyshowerlapelicula.cl

Baby Shower se aleja bastante de ser una buena producción cinematográfica.

Probablemente, quienes defiendan este tipo de cine, plantearían que la violencia es una realidad que debemos reconocer, una orientación o propensión inherente al ser humano y que esta clase de producciones son una especie de medio para la emancipación, pues considerarían que, traspasando los límites se logra la libertad. Sin embargo, en estos temas, creo que cada uno debe cuestionarse qué necesita para sentirse libre.

En fin, cada persona es dueña de escoger lo que quiera. Si alguien siente que necesita ver escenas sangrientas para liberar algún tipo de tensión, para probar su libertad o tener sensaciones intensas, créanme que es posible que algo no ande bien en relación a su estado psicológico/emocional.

Si lo que mueve es la curiosidad, es necesario pensar dos veces o más, en las posibles consecuencias de dicha elección, pues las escenas violentas, en muchas ocasiones quedan plasmadas como imágenes repugnantes o terroríficas para quienes no disfrutan con la crueldad.

Finalmente, no me queda más que recomendar a quienes están leyendo este artículo, ser tremendamente conscientes en relación a lo que escogen consumir, pues eso es lo que dejamos entrar a nuestro cuerpo y mente.

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