Intervención psicológica en desastres (I)

Tras el terremoto y tsunami del 11 de Marzo en Japón, resurge el interés en el modo cómo debiésemos abordar como país el apoyo psicológico en desastres. En este artículo expondré la primera parte de un modelo basado en evidencia, propuesto por especialistas chilenos.

Tuve la suerte de asistir el año pasado a una clase dictada por el Dr. Rodrigo Figueroa, médico psiquiatra del Centro de Medicina Aeroespacial de la Fuerza Aérea de Chile, quien pertenece a la Sociedad Chilena de psicología de Emergencias. En ella expuso su propuesta acerca del modo como debería funcionar el apoyo psicológico a víctimas de desastres, contrastándolo con el modo como efectivamente nuestro país había enfrentado el tema tras el terremoto sufrido por Chile el 27 de febrero del 2010.

Luego del terremoto y tsunami ocurrido el 11 de Marzo en Japón se ha abierto nuevamente el interés por este tema, razón por la cual, he decidido exponer, en parte, el modelo de intervención psicológica en desastres propuesto por el Rodrigo Figueroa, Humberto Marín y Matías González, en un artículo publicado en la Revista Médica de Chile el 2010.

Psicología de emergencias

Foto: EFE

El desastre ocurrido en Japón reabrió el interés por la psicología de Emergencias y la forma en que podemos ayudar las víctimas de estos sucesos.

Si bien actualmente se sabe que la mayoría de los afectados por desastres no desarrollará psicopatología, un grupo no menor de gente, sí lo hará. Dentro de las consecuencias psicológicas más comunes de los desastres, se encuentran el distrés subclínico, el trastorno de estrés agudo, el trastorno de estrés postraumático (TEPT), la depresión mayor, el aumento de consumo de alcohol y drogas, otros trastornos de ansiedad y los síntomas de somatización.

Explican además, que el nivel de percepción de amenaza vital, el nivel de apoyo social después del trauma, el tipo de respuesta emocional peri-traumática y el nivel de disociación peri-traumática actúan como moderadores de riesgo para el desarrollo de psicopatología, especialmente para el TEPT.

En el artículo citado, los profesionales elaboraron un modelo de intervención psicológica en desastres para víctimas, fundamentado en la mejor evidencia científica disponible. En él proponen organizar la respuesta psicológica en cinco niveles de atención.

El nivel I, denominado Difusión se centra en, como el mismo término lo dice, difundir información acerca de los primeros síntomas que indicarían una patología psiquiátrica y la oferta de atención psicológica, que debe ser incrementada. Esto se lograría, en situaciones de desastre, a través de programas de psicoeducación en la televisión, en la radio, mediante panfletos y otros organismos difusores, cuya coordinación dependiera de un oficial de difusión designado por las autoridades. Asimismo, los autores enfatizan la necesidad de contar con una única fuente de información acerca de la evolución del desastre, que sea oportuna, precisa y coordinada por las autoridades oficiales, para evitar la incertidumbre, el pánico y la re-victimización.

En nuestra experiencia con el terremoto del 2010, pudimos ver que no estábamos preparados para enfrentarnos eficazmente a las tragedias en este nivel, pues no existió desde un principio un canal oficial de difusión. El enfoque de las noticias y la repetición continua de imágenes de los saqueos y de la tragedia, en lugar de informar y tranquilizar a la población aumentaron de manera importante la angustia.

Más aun, tras el terremoto y tsunami ocurrido en Japón, a través de lo expuesto en los medios chilenos, parecía que la posibilidad de un tsunami en nuestras costas fuese incluso más importante y terrible que la tragedia vivida por los japoneses. Si bien se informó, se alertó y se preparó a las comunidades en riesgo, se aumentó innecesariamente la tensión mediante cuentas regresivas y proyecciones desafortunadas de algo de lo que no había certeza.

En el siguiente artículo, se continuará exponiendo el modelo de Intervención psicológica en desastres propuesto por Figueroa, Marín y González. Por el momento, probablemente quede bastante por reflexionar respecto a este primer nivel de intervención y al modo en que lo estamos abordando como país.

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