Mutismo selectivo: El silencio ocasional de un niño, ¿a qué se debe este trastorno?
- Camila Rodríguez, ex guía de Psicología y Tendencias
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A grandes rasgos, el mutismo se conoce como el silencio (voluntario o impuesto). Su nombre proviene del latín “mutus” que se refiere a la mudez; es decir, la suspensión del habla por parte de una persona.
Como es de imaginarse, existen diversas formas de mutismo. Sin embargo, por razones prácticas, es común dividirlas en formas de base biológica (como por ejemplo, aquel que se produce producto de la sordera o alguna lesión cerebral) y de base psicológica (por ejemplo, producto de un shock psicológico).
Dentro del mutismo de base psicológica, surge uno bastante particular denominado “Mutismo selectivo”. Su aparición se daría con mayor frecuencia en los años preescolares (antes de los 5 años de edad) y constituye un trastorno conductual en el que el habla se inhibe de manera selectiva. Es decir, sólo se habla en determinadas circunstancias.
Este trastorno se atribuye principalmente a niños que tienen la capacidad de hablar normalmente; sin embargo, en determinadas situaciones o contextos (por ejemplo, en el colegio o frente a desconocidos), no utilizan prácticamente ningún lenguaje.
En ocasiones, se da de manera aislada; pero es común encontrarlo asociados a otros trastornos como los trastornos de ansiedad, del espectro autista o específicos del lenguaje.
Además, la Asociación Americana de Psiquiatría, reconoce que es posible asociarlo también a timidez excesiva, aislamiento y retraimiento social, negativismo, tartamudeo, ansiedad, sobreprotección de los padres, enuresis y conducta oposicionista o manipuladora, particularmente en el contexto del hogar.
Dicho trastorno es considerado más frecuente de lo que se piensa. Estudios en el área han estimado que se presenta en 1 de cada 500 niños. En cuanto al género, algunos estudios muestran una mayor prevalencia en niñas (1 niña por entre 2 a 6 niños). Sin embargo, otros hallazgos indican una prevalencia ligeramente mayor en niños (de un 66%). Por lo tanto, los estudios son contradictorios en este respecto.
Respecto de los tratamientos posibles, las revisiones bibliográficas tienden a indicar que serían relevantes las intervenciones psicológicas de carácter conductual, tanto con el niño como con los adultos que viven y se relacionan con el. Cuando se ha involucrado a la familia en el tratamiento, los resultados son mucho mejores. El pronóstico de una intervención empeora mientras más tarde esta sea llevada a cabo.
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