“Tienes lo que mereces”: La teoría de la justicia de Melvin Lerner

¿Sabías que necesitamos creer que vivimos en un mundo justo y que eso nos puede llevar a juzgar que “todas las personas tienen lo que se merecen”?

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Melvin J. Lerner nace en 1929 y tras años de trabajo en el área de la Psicología ha sido denominado “pionero en el estudio psicológico de la justicia”. Su carrera se ha desarrollado al amparo de universidades como la de Nueva York, California, Stanford, Berkeley, Washington, San Luis, Waterloo, Utrecht y Leiden. Actualmente trabaja como profesor adjunto en la Universidad de Florida.

Respecto de su teoría, Lerner sostuvo lo que denominó la “creencia o hipótesis del mundo justo”. Ésta consiste en creer que la “gente tiene lo que se merece y se merece lo que tiene”. A pesar de haber tenido la experiencia del mal, el sufrimiento y la injusticia; al parecer, los seres humanos necesitamos suponer que las personas serán recompensadas por ser buenas o castigadas por ser malas.

Así, surge esta idea-creencia en un mundo totalmente justo como una especie de certeza no criticada de que las personas “cosechan lo que siembran”.

Lo anterior, satisface una necesidad adaptativa que tenemos los seres humanos que dice relación con la previsibilidad y el control. Es decir, nos permite tener la ilusión de control sobre nuestras vidas, sentir que vivimos en un mundo seguro, estable y ordenado. Lo cual, a su vez, nos hace sentirnos mejor.

Sin embargo, la hipótesis del mundo justo es también considerada un sesgo o prejuicio cognitivo atribucional; es decir, un efecto psicológico que causa una alteración en el procesamiento de la información captada por nuestros sentidos. Lo cual, genera una distorsión, un juicio errado, una interpretación incoherente o ilógica sobre el fundamento de la información que disponemos. En resumen, un heurístico simplificador que nos puede llevar a equivocarnos.

¿Y por qué? Pues porque nos puede llevar a sobre o malinterpretar situaciones. La creencia en un mundo justo hace aparecer –más allá de toda evidencia- una tendencia a evaluar a la gente con buenos destinos como más merecedoras y admirables que la gente con malos destinos. Y, peor aún, podemos pre juzgar la situación de una víctima o la culpabilidad de alguien y su merecimiento de un castigo.

Lerner percibió esta peligrosidad en la creencia de un mundo justo. Ya que al ver una persona sufrir o ser castigada, es más cómodo pensar que ha hecho algo para merecerlo; aunque no tengamos evidencia ni argumentos suficientes para sostener este pensamiento. De ahí que se alimenten ideas como las  justifican que una víctima de maltrato o violación puede haber “provocado” o “merecido” en algún sentido el ataque que le fue propiciado (por ejemplo, en el caso de una mujer, usando ropa provocativa). Esto último, degradando a la víctima, subestimando sus atributos e instalando sospechas acerca de sus comportamientos.

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La creencia en un mundo justo puede estar condicionada por fenómenos sociales importantes como: el sistema legar de justicia, la religión, la estructura económica y otros. Sin embargo, cabe destacar, que dicho sesgo no siempre lleva a culpar a la víctima. Factores como el estatus social de la víctima, su presunta inocencia, su atractivo y el parecido que pueda tener con quienes la evalúan, podría condicionar e influir en si la consideramos o no responsable de su desgracia.

Esto último abrió la puerta a una importante investigación del autor sobre justicia social y su debate posterior. Desde donde surge un concepto de justicia que tiene relación con una fuerza de obligación moral que los individuos tendemos a ver como inherente en nuestro ambiente. Algo así como un “ajuste armonioso entre felicidad y bondad” que cuando se da, nos hace sentir que la situación es tal como debiera ser y que la justicia reina.

Estudios en el área han concluido la necesidad de desnaturalizar este tipo de estrategias cognitivas que -si bien nos brindan una necesaria templanza por sus efectos de control y previsión- pueden desencadenar peligrosos procesos de des-victimización e inhibición de la acción. Lo anterior,  contribuyendo a mantener un determinado status quo, o generar procesos de ocultamiento de la realidad. Una realidad que sin ninguna duda es más compleja y que requiere que la observemos con mayor atención.

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