La “guerra” de los espías argentinos: ¿Cómo entender el actuar de los agentes de inteligencia?
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La periodista Clarisa Ercolano junto a Gabriel Levinas y el Dr. Sergio Ostropolsky en la presentación de “Escuchas ilegales”. Fotografía Walter Raymond.
El 18 de enero de 2015, el fiscal Alberto Nisman apareció muerto luego de denunciar a la Presidenta Cristina Fernández, y a varios de sus principales funcionarios, por encubrimiento en la causa que investiga el atentado a la mutual judía AMIA. Desde ese día, y aún antes, se asiste a una impúdica y provocativa exhibición pública del accionar de los servicios de inteligencia en Argentina. Que aún no se conozca si el fiscal se suicidó o fue asesinado, es uno de los logros más evidentes de ese accionar. Lo concreto y claro, es que hace más de dos meses un fiscal de la Nación denunció a la Presidenta y cuatro días después apareció muerto en circunstancias demasiado extrañas.
Partes de inteligencia: crónica de una guerra sucia entre espías
Todo pareciera estar indicando la existencia de una feroz lucha interna entre sectores de la inteligencia del Estado. Explicar la “guerra de espías” argentinos al público de otro país, resulta algo complicado dado que sus personajes no suelen ser quien dicen que son, responderían a diferentes mandos según la oportunidad, y los testimonios disponibles son referencias de terceras y cuartas personas. Sin embargo, intentaremos ofrecer un panorama lo más claro posible.
Las escaramuzas actuales de la “guerra de espías” habrían comenzado cuando el ex hombre fuerte de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), Jaime Stiuso, luego de más de 30 años de labor y siendo el hombre de máxima confianza del ex Presidente Kirchner y de Cristina Fernández, fuera desplazado de su cargo en diciembre pasado.
Algunos analistas políticos consideran que el desplazamiento se habría producido por algunas deficiencias en el control kirchnerista de la Justicia. El supuesto encargado de esa labor habría sido Jaime Stiuso, y el avance de varias causas penales contra la Presidenta, familiares y funcionarios habría sellado su salida del poder. La Presidenta nombró en su lugar a un hombre de estrecha confianza, Oscar Parrilli, para dirigir la nueva AFI (Agencia Federal de Investigaciones) y a Fernando Pocino, jefe de un área de inteligencia e históricamente (dicen) enfrentado con Stiuso, le habría encargado que reordenara la tropa de espías.
Pero nada sería gratuito en el submundo de los espías. Algunos allegados al gobierno entenderían que la denuncia por encubrimiento presentada por el fiscal Nisman respondería a una “devolución” del sector que dirigía Jaime Stiuso por haber sido desplazados. Basan esta presunción, en que el fiscal mantenía un estrecho vínculo con Jaime Stiuso, ya que ambos fueron nombrados por el ex presidente Néstor Kirchner para trabajar juntos en el caso AMIA.
Una vida = moneda de cambio
En la denuncia del fiscal, se menciona y acusa a un supuesto agente de inteligencia denominado Allan Bogado. Al parecer, esa persona respondería al sector de Pocino. Lo grave, es que cuatro días después de la denuncia del fiscal contra la Presidenta aparece muerto en circunstancias muy extrañas. Deducen, los mismos allegados al gobierno, que esa muerte sería una venganza política por haber desplazado a Jaime Stiuso del poder. Patético.
Fue entonces que desde Presidencia se endilgó a Jaime Stiuso responsabilidad en la muerte del fiscal Nisman. Por su parte, Stiuso declaró ante el juez Martínez De Giorgi haber recibido amenazas hacia su integridad y la de su familia. El juez dispuso una custodia para sus hijas pero… con personal de la Policía Metropolitana. Al parecer no habría confianza en las fuerzas con mando directo desde el gobierno. Por fuera de estos actores se estaría organizando otro sector de inteligencia. Estaría a cargo del Jefe del Ejército César Milani y tendría la función, ilegal por cierto, de crear un servicio de inteligencia paralelo a la AFI y que respondería de manera directa a la Presidenta.
Las acciones de inteligencia son cada vez más groseras y visibles. Asistimos cada día a los intentos de desacreditar al fiscal para así, suponen, desacreditar su denuncia. Primero se deslizó una supuesta homosexualidad, luego se lo vinculó con modelos y señoritas de la noche pegando afiches sin firma, ahora dicen que habría efectuado turbios manejos financieros y hasta se lo ha insultado públicamente a través del jefe de gabinete Aníbal Fernández. Esas acciones y reacciones, estarían demostrando que la denuncia del fiscal impactó muy profundo en el gobierno de Cristina Fernández y acrecientan la sospecha que el fiscal, en definitiva, habría sido una víctima más en la peligrosa e incontrolable guerra de espías.
Desentrañando a los servicios de inteligencia
Los servicios de inteligencia en Argentina no tienen patria ni bandera, juegan para ellos de manera independiente del poder político de turno. Clarisa Ercolano, periodista y autora del libro “Escuchas ilegales” expresa, “hay un poder omnipresente en el país desde antes de la dictadura militar, y que desde ahí en adelante se dedicó a construir poder a sabiendas de los gobiernos de turno”. En referencia al contenido de su obra afirma, “…esta investigación periodística indaga los inicios de la manía por vigilar en un país de entrañas revueltas donde algunos miran demasiado y otros prefieren mirar para otro lado”. Culmina señalando que es imposible conocer el número de empleados al servicio de la inteligencia del Estado y que manejaría una caja propia de unos 500 millones de pesos al mes (casi 40 millones de dólares).
“El nuevo siglo encontró a la SIDE gobernada por sus propios agentes y con más poder que nunca. ¿Quién es el misterioso Jaime y cómo logró cautivar al presidente Néstor Kirchner? El servicio secreto argentino hoy participa a los tiros en operativos policiales, filma asambleas populares, se infiltra en computadoras ajenas y controla, incluso, a los ministros de la Casa Rosada”, describe el periodista Gerardo Young en su libro “SIDE: la argentina secreta”. Dos obras recientes y muy recomendables para quienes quieran atisbar en el obsceno mundo de la inteligencia en Argentina.
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