El placer: ¿Cómo funciona nuestro cuerpo para poder alcanzarlo?
- Camila Rodríguez, ex guía de Psicología y Tendencias
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El placer se define como el goce o disfrute físico o espiritual producido por la realización o la percepción de algo que gusta o se considera bueno. Pero, ¿Cómo se produce ese goce en nuestro cuerpo? ¿Cómo es que lo podemos sentir?
Expertos en la “ciencia del placer” han determinado que la sustancia química producida por las células nerviosas que estaría detrás de aquel disfrute es la 3,4-dihidroxifenilalanina; más conocida como Dopamina. Dicha sustancia sería crucial ya que si aumentas su cantidad, el placer aumentaría. Y si, por el contrario, disminuyes su cantidad, la capacidad de sentir placer estaría bloqueada.
De hecho, la Dopamina -descubierta en 1952- es conocida como “la hormona del placer” por excelencia; a pesar de que hay muchos neurotransmisores implicados en las distintas sensaciones de placer (como la Serotonina y la Oxitocina, entre otros). Específicamente, el sistema dopaminérgico estaría presente en la alegría anticipada, la motivación y la atención relacionada con el placer. Sería algo así como un “juez” de las expectativas que tenemos sobre las cosas. Es decir, si realizamos algo que nos satisface, aumenta el nivel de dopamina y experimentamos placer; si por el contrario sufrimos un chasco, su nivel disminuye.
El circuito cerebral del placer se conoce como circuito mesocórticolímbico y estaría formado por un grupo de regiones cerebrales en las que se producen los niveles más altos de dopamina. ¿Qué activa este circuito? Pues distintas actividades o estímulos. Algunos ejemplo pueden ser: Comer comida alta en calorías, mantener relaciones sexuales, escuchar música, hacer deporte, etc. Cualquiera sea el estímulo, el placer llegaría en tres fases: El deseo (la anticipación, el anhelo, las ansias); el gusto (el disfrute); y, finalmente, la saciedad (la satisfacción).
Los estudios en el área han podido demostrar que el circuito cerebral del placer permite asociar actividades relacionadas con nuestra supervivencia a situaciones placenteras; lo cual, le otorga además una función adaptativa. Sin embargo, y de manera contradictoria, el placer también puede mediar adicciones o hábitos perjudiciales (como por ejemplo, el consumo de drogas). La mayoría de las sustancias adictivas atacan el sistema de recompensa del cerebro, generando también la liberación de Dopamina. De hecho, en el caso de la cocaína, se pueden llegar a liberar entre 2 10 veces más Dopamina que con una recompensa natural como la comida.
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