Hablemos de la culpa: Una emoción compleja que involucra a otros
- Camila Rodríguez, ex guía de Psicología y Tendencias
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En artículos anteriores, se ha tratado la Psicología de la Emoción. Hemos podido hablar principalmente de las emociones básicas; a saber: La ira, la tristeza, el miedo, la felicidad, el asco y la sorpresa. Sin embargo, en este artículo nos dedicaremos a hablar de la culpa, una emoción considerada más bien secundaria o compleja, por ser el resultado de diversas transformación de las emociones básicas antes señaladas.
En términos generales, la culpa es definida como un sentimiento de responsabilidad por un daño causado; el cual, suele incitar una reparación subsecuente. Solemos sentir culpa cuando creemos haber roto ciertas normas personales o sociales que pueden ser éticas, religiosas, existenciales, etc. No obstante, lo anterior implica que no todas las personas experimentan culpa por las mismas cosas o situaciones.
La culpa suele tener distintas manifestaciones. Físicamente, quienes experimentan culpa pueden sentir dolores en el pecho, estómago, cabeza y espalda. Emocionalmente, la culpa suele cursar con irritabilidad, nerviosismo y tristeza. Los pensamientos asociados a la culpa rondan bajo forma de auto reproches y pensamiento negativos respecto de uno mismo.
Algunos estudios, la agrupan dentro un grupo de emociones denominadas “auto conscientes” o “auto evaluativas”, junto a la vergüenza y el orgullo. En el caso de estas tres emociones subyace un rasgo fundamental: La evaluación relativa al propio yo. Es decir, hablamos de una emoción que tiene como antecedente algún tipo de juicio de la persona sobre sus propias acciones. Específicamente, la culpa surgiría cuando se produce una evaluación negativa del yo, específica, focalizada en la acción concreta que se llevó a cabo.
Además, la culpa puede ser considerada una emoción social, debido a su importante aspecto interpersonal. Lo anterior, puede apreciarse ya que requiere de la introyección de criterios y valores acerca de lo “bueno” y lo “malo”; lo cual, se aprende durante el desarrollo y mediante la culturización. Más aún, sería una emoción que suele surgir en contextos interpersonales, especialmente asociada a problemas con otros (por ejemplo, causar un daño, fallarle a alguien, etc.). Y, encima, sería una emoción que conlleva una tendencia a un accionar interpersonal, que repare la relación con el otro (por ejemplo, pedir disculpas, enmendar el error, etc.).
Expertos señalan que quienes sienten culpa, también sienten dolor, dolor que se relaciona con el objeto del daño que se hizo o con las causas de la acción realizada.
Para terminar, cabe mencionar que la culpa generalmente se evalúa como algo negativo. Sin embargo, también es posible evaluarla como un factor positivo, en la medida que genera un proceso de autoaprendizaje, reflexión y posterior evitación de aquello que nos hace o hizo sentir culpables.
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